domingo, 29 de marzo de 2015

Sucio pero limpio

Un suspiro. Algo extraño. Un objetivo. Había despertado con el propósito de la noche anterior: cumplir el trabajo de manera veloz, sin prisas, certero, limpio. En el sitio donde se encontraba se acomodó para estudiar el destino, el trabajo que debe cumplir y por el cual ya fue pagado con anticipación, aunque sabe que de fallar el objetivo será él.

Todo en orden. Un sol resplandeciente, con espadas de luz cortando las nubes; silbidos de aves se escuchan a lo lejos y él firme en su empleo. Está acostado sobre el techo de una vivienda abandonada, tan vieja como si el ser humano la hubiera construido desde que utilizó el uso de razón. Frente al inmueble estaba el objetivo: el cabello largo, rizado, negro; los ojos café, en el rostro moreno, no oscuro. Se apreciaba una sonrisa, el lenguaje de la humanidad. Pero él debe desaparecer la expresión facial, para eso está, para eso llegó desde la madrugada para detener el corazón de ella; que su cuerpo sea colocado en una caja, que regrese al polvo de donde vino.

Él estaba dispuesto a realizar el trabajo; a un lado de él está una pequeña caja de metal, decide abrirla con cautela, empieza a armar su herramienta, una vez terminada pone el ojo izquierdo en la mirilla. Apunta. Calcula. El dedo índice se acerca al gatillo. Un breve análisis de la situación. La víctima está confiada. Se oye un sonido, se mezcla con el ruido de la ciudad. Una mujer yace en el suelo, sangra por el ojo derecho, ya no está el ojo, solo hay un hueco de carne viva, la sangre se esparce por el pavimento. Nadie se acerca.
Él decide un segundo disparo. No lo hace. Solo se asegura de que esté muerta.

Al irse de su guarida siente un movimiento entre sus ropas. Saca un celular, hay un mensaje. Se ha notificado que el trabajo está hecho, sucio pero limpio.



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